Fragged Empire 3: (II) La Estación Arquímedes

ANTERIORMENTE, EN FRAGGED EMPIRE…

[La Tartarus surcando el espacio, mientras la voz en off de Murdo suena en los altavoces: Tripulación al puente. Mensaje entrante.] 

[Holograma de Claire Weston: Estáis a punto de recibir una propuesta de trabajo, de alguien a quien conocéis bien. La váis a aceptar.]

[Voz de Weston: He estado intentando localizar a alguien lo bastante experto en cartografía estelar como para descifrarlas. Y creo que tenemos algo. Se trata de la Dra. Jenna Rise. ]

[Imagen del verde planeta Mishpacha desde el espacio, voz en off de Weston: Actualmente forma parte de un equipo de investigación en las junglas de Mishpacha. Al parecer, se ha perdido todo contacto con el equipo de la Dra. Rise, y se les da por desaparecidos.]

[Primer plano de Weston con expresión seria: Esta misión no es opcional.]

[Milo aparece en escena con sus seguratas: Vaya, vaya, vaya. El universo es un pañuelo, ¿eh?]

[Primer plano de Milo: La búsqueda de los científicos es la excusa, vuestra tapadera. Lo que debéis recuperar para mí es algo mucho más importante. Vuestra misión es recuperar un artefacto Arconte, un artilugio en forma de cubo.]

[Voz de Milo mientras la Tartarus se aproxima a la estación espacial Arquímedes: Recordad, lo más importante es que los kaltoranos no deben saber que en realidad estáis trabajando para Thraxis. ¿Sabréis haceros pasar por agentes libres? ]

La Tripulación de la Tartarus 

Murdo Morrison: Piloto corporativo y antiguo contrabandista

James T. Jinx: Bribón kaltorano, hombre para todo

Thanatos Verpila: Mercenario legionario sin demasiados escrúpulos

Kahta: Científica Nephilim, experta en ingeniería, medicina y biotecnología

Jagh: Asesino Nephilim de casta híbrida, dotado de potencial psiónico

Sarunas: Comando legionario, antiguo empleado de CURE

El interior de la estación era la imagen del caos para cualquier no kaltorano. Un batiburrillo de pasarelas y tecnología readaptada, los laboratorios científicos kaltoranos se parecían más a la guarida de un genio loco que a las blancas y asépticas habitaciones de la Corporación. 

Vigas oxidadas habían sido soldadas unas con otras para formar corredores no uniformes. Los niños corrían y jugaban por ellos, con sus voces resonando en los pasillos recubiertos de graffitis. A la tripulación de la Tartarus le llegó el aroma de comida siendo cocinada por debajo del olor del aceite industrial. Los techos goteaban, y rollos de cable colgaban de lo alto como intestinos. Sus pasos resonaban sobre el suelo de metal, un parcheado de placas desiguales atornilladas entre sí como un mosaico. Aquello no era una instalación Corporativa, sino una amalgama de tecnología nueva y vieja – cascos reciclados de naves con siglos de antigüedad colindaban con nuevas y relucientes mamparas cromadas. Era un hogar y lugar de trabajo kaltorano. Jinx empujó a un lado una cortina de ropa tendida intentando encontrar el camino al centro de operaciones. 

Cuando finalmente encontraron el lugar, los seis tuvieron por fin la oportunidad de conocer al personal al mando de la estación. La primera que salió a recibirles fue la comandante en jefe de la estación y su oficial científica, Lara Vortex. Era una mujer kaltorana de pelo corto y rubio y un comlink clipado a una de sus cuatro orejas puntiagudas. Junto a ella venía un corp de mediana edad y andares estirados, vestido en un traje Octanto impecable, que se presentó como Aaron Anderson, director de proyectos. En una de las consolas, frente a una multitud de pantallas holográficas encendidas, se encontraba otra mujer kaltorana de aspecto afligido, que les saludó con un gesto de la mano. Vortex la presentó como la oficial de comunicaciones Rachel Colson. Y en pie y siempre en postura marcial se encontraba el Jefe de Seguridad de Arquímedes, un adusto Legionario llamado Praxus.

Fue precisamente Praxus el primero en hablar en cuanto concluyeron las presentaciones. El legionario soltó un bufido tras examinar al grupo de recién llegados, y se dirigió a la oficial al mando.

Hrmph, esto es mala idea, Vortex. Dame a unos cuantos de los míos, y tendremos esto solucionado en un santiamén. 

Luego se volvió hacia los de la Tartarus.

No necesitamos a los de vuestra especie aquí. Ni Vargartis, ni Cuatro Orejas, ni mucho menos -añadió, clavando los ojos en Kahta y Jagh- Engendros de X’ion.

Anderson no dijo nada, pero la mirada que le destinó a Vortex indicaba que estaba de acuerdo con el legionario. No parecía saber nada del trato que el grupo había cerrado con sus patrones en Thraxis Aeroespacial. Pero la kaltorana no se dejó amilanar.

Ya debatimos esto en su momento, y acordamos que un equipo independiente era nuestra mejor baza. 

Y con eso cerró toda discusión posterior. Murdo le pidió más detalles sobre el funcionamiento de Arquímedes, y la kaltorana no escatimó en detalles.

Nos dedicamos a la prospección geológica y a la arqueología… y también a la recuperación de tecnología antigua -añadió, mirando a Anderson con una cierta frialdad-. Tenemos un vasto despliegue de antenas conectadas a la parte inferior de la estación. Es un despliegue de vanguardia. Funciona usando barridos de sensores de penetración terrestre que emitimos desde aquí, y que nuestra red de sensores vuelve a captar una vez reflejados. Interpretamos los datos recibidos, y si detectamos alguna anomalía digna de exploración, enviamos equipos a la superficie.

Como el equipo desaparecido -dijo Kahta.

Lara asintió con expresión grave, mientras Rachel Colson bajaba la mirada.

Como el Equipo Sierra, sí. Debéis disculpar a Rachel. Su marido, Cain, es uno de los desaparecidos. 

Yo… eh… o sea… nosotros… detectamos una anomalía sustancial ahí abajo. Llevamos a cabo la rutina habitual… es decir, analizamos la anomalía en profundidad. Parecía la pista más solida que hemos conseguido en mucho tiempo. Incluso obtuvimos lecturas de resonancia de alto espectro. Eso indica la posibilidad de tecnología Arconte existente ahí abajo. Jen… la doctora Rise… se mostró entusiasmada, pero fui yo… Yo ordené al Equipo Sierra que cogiera una de las lanzaderas y descendiera hasta el puesto avanzado de Erebus, en la superficie de Mishpacha. Debían encontrar un guía que les condujera a través de la selva y montar un campamento base. Perdimos todo contacto con ellos cuando llevaban cuatro días de misión. Nosotros… eh… Hemos intentado contactar con ellos -en ese punto se hizo evidente que le estaba costando contener las lágrimas- muchas veces. No hemos recibido señal alguna. Tenéis que encontrarlos -la desesperación en su voz se estaba haciendo cada vez más patente-. Tenéis que encontrarlos y traerlos de vuelta. ¡Sanos y salvos, me oís, sanos y salvos!

Rachel le puso una mano en el hombro para reconfortarla, pero entonces Anderson intervino.

Vortex, estás demasiado implicada emocionalmente. Estás perdiendo la objetividad. Thraxis quiere descubrimientos, no sentimientos. Como científica, deberías querer lo mismo.

Rachel saltó como una gata furiosa. 

¡Y lo único en que pensáis vosotros, los Corps, es en los beneficios! ¿Acaso tienes familia, Anderson? ¿Sabrías tan siquiera qué hacer con una? Apuesto que no. Realizarías un análisis de costes y beneficios para ver si vale la pena conservarlos a tu lado.

Anderson miró al grupo encogiéndose de hombros con una media sonrisa arrogante en el rostro. 

Kaltoranos, siempre tan sentimentales. Me rindo. Aunque vuestro objetivo sea encontrarles, ponerse llorones no va a ayudar en nada. 

Y dicho eso, Anderson se alejó andando con paso decidido mientras se estiraba las solapas del traje y se perdió tras las puertas hidráulicas.

Jinx meneó la cabeza ante la actitud del corporativo antes de dirigirse a Lara.

Haremos todo lo que esté en nuestras manos para traerles de vuelta. 

Con un suspiro de alivio, Lara les entregó los dossieres del personal que formaba el equipo Sierra, y la tripulación los revisó uno a uno. Eran diez personas en total. La doctora Rise, la persona que era el verdadero objetivo de su misión, tenía un currículum impresionante. Geóloga, astrónoma y arqueóloga, estaba especializada en el período de la Gran Guerra, y aparentemente era una de las mayores expertas en la era Arconte de todo Haven. En su holofoto aparecía una kaltorana muy atractiva de largo cabello rojo y ojos verdes, y a juzgar por sus largos bucles cobrizos una de los pocos miembros de su especie cuyo cabello no se trenzaba de forma natural. Solomon Ketch era otro arqueólogo kaltorano, y el marido de Rachel, Cain, era el médico y xenoantropólogo del equipo. Curiosamente, era un Corp, lo que convertía a los Colson en una de las pocas parejas interraciales con las que se habían topado hasta ahora. 

Pero resultó no ser la única. Fuera coincidencia o el producto de una colaboración tan estrecha entre ambos pueblos, el equipo Sierra incluía a otro matrimonio de la misma índole. Daniel Slip era un xenobiólogo Corp, y su esposa Jezebel era una joven kaltorana de profesión no indicada. Aunque externamente no dio señal alguna, Jinx estuvo a punto de soltar el dossier al ver su nombre y foto. La conocía. La conocía muy bien. Era imposible. Jess… ¿casada? 

El resto del equipo lo formaban otro kaltorano, Benjamin Thrift, geólogo y xenobotánico, y los cuatro agentes de seguridad legionarios enviados para garantizar la seguridad de los científicos, Caius, Darius, Andrium y Kelvia.

Tras repasar los archivos de personal, no tardaron en comprobar que solo había una estrategia posible a seguir. Rachel puso en pantalla un mapa parcial de la superficie de Mishpacha, haciendo zoom sobre una de las peninsulas al sur del continente de la Estrella. Siguió ampliando hasta que apareció la imagen de un pequeño poblado rodeado de verde y frondosa jungla.

Erebus es el único enclave de la peninsula -dijo Vortex-, no tendréis otro sitio en el que aterrizar. Y desde luego no vais a hacerlo con la nave que os ha traído hasta aquí. Tendréis que descender en una de las lanzaderas de la estación. 

Y a partir de ahí, nuestro trabajo será buscar el rastro del Equipo Sierra -respondió Murdo-.

Lara asintió.

Os recomiendo que contratéis a un guía. Nuestros compañeros tenían pensado hacer lo mismo. Esas selvas son el entorno más peligroso que conozco. Los Neph salvajes campan a sus anchas, entre cosas mucho más grandes y terribles aún. 

Y justo ahí es adonde se dirigía el Equipo Sierra -dijo Kahta, fríamente-. Han pasado ocho días desde su desaparición. ¿Qué os hace pensar que les encontraremos con vida?

La esperanza -respondió Lara con voz firme-. 

Rachel Colson se levantó por primera vez de su puesto en la consola de comunicaciones. Tenía pinta de no haberlo abandonado en todos esos días. Les entregó una pequeña caja metálica.

Lleváos esto. Es un transpondedor. Lo he modificado respecto a los modelos anteriores para reforzar su señal. No queremos ver como desaparecéis ahí abajo también. 

Lo mejor será que esperéis hasta el amanecer para descender -añadió Lara con una cierta reticencia-. El ciclo solar de Mishpacha es de 28 horas, eso os da 10 horas para descansar y prepararos como consideréis oportuno. A partir de ese momento, no habrá tiempo que perder. Cada segundo es una posibilidad menos de volver a ver a nuestros amigos con vida.

Entonces Praxus, el jefe de seguridad, que había permanecido en absoluto silencio después de su exabrupto inicial, dio un paso al frente.

Voy con vosotros. Son mis hombres los que están ahí abajo, no los vuestros. Yo les envié allí. Yo les traeré de vuelta, aunque solo queden sus restos. No intentéis negaros. Esto es algo entre hermanos de combate. Hemos vivido campañas juntos que vosotros, gente, no podríais ni imaginar.

Kahta y Thanatos cruzaron una mirada divertida. Vortex pareció a punto de usar su autoridad para negarse, pero finalmente algo la hizo cambiar de idea.

Permiso concedido, Praxus. Aunque no lo hayas solicitado.

El ceñudo legionario agachó la cabeza en silencioso agradecimiento, y se retiró. 

Los seis de la Tartarus no tardaron en hacer lo mismo. El orbe de Mishpacha era visible, enorme, desde los pasillos de la estación. La primera vez que habían visitado el planeta habían permanecido en el interior de la ciudad de Faro, el mayor bastión de civilización en aquel mundo salvaje. Ahora su misión les llevaría ahí fuera, al corazón de las densas e ignotas junglas, en busca de una científica desaparecida y de un artefacto de origen desconocido que interesaba mucho a la Corporación. 

No por primera vez, los seis de la Tartarus se preguntaron si no habría sido mucho más fácil quedarse en la cárcel de por vida. 

Ilustración de Dmitry Vishnevsky

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