Fragged Empire 2: (I) Bienvenidos a la Jungla

La Tripulación de la Tartarus

Murdo Morrison: Piloto corporativo y antiguo contrabandista

James T. Jinx: Bribón kaltorano, hombre para todo

Thanatos Verpila: Mercenario legionario sin demasiados escrúpulos

Kahta: Científica Nephilim, experta en ingeniería, medicina y biotecnología

Jagh: Asesino Nephilim de casta híbrida, dotado de potencial psiónico

Nota: Las aventuras de la Tartarus y su tripulación transcurren en el sistema Haven, anteriormente a la llegada de las razas externas como los Twi’Far o los Vestigios. Al menos, de momento…

Sistema Haven, Sector 3 del Cinturón de Monopolio

La Tartarus emergió del portal de salto con una fluidez considerable, dadas las circunstancias. La misteriosa energía Ley que permitía los viajes FTL se fue dispersando alrededor de los motores del antiguo transporte de prisioneros, ahora reconvertido en el vehículo y el hogar de uno de los más variopintos grupos de bribones, mercenarios y contrabandistas de los muchos que en aquellos días recorrían los sectores del sistema Haven. 

A los mandos, Murdo Morrison maniobraba la nave para entrar en un vuelo de aproximación al diminuto espaciopuerto orbital de clase E que acababa de aparecer en sus sensores. El piloto corp había dado muchos rodeos para llegar hasta allí, trazando un rumbo a lo largo de varios saltos para evitar que la Tartarus fuera localizada fácilmente. Habían perdido mucho tiempo, pero sabiendo que tenían un enemigo como Nathaniel Sark, a los mandos de una nave más potente y mejor armada que la Tartarus, la paranoia era el mejor seguro de vida. 

Junto a él, James T. Jinx abría las comunicaciones, enviando el código de transpondedor al astropuerto y solicitando permiso para atracar. El kaltorano contemplaba el mundo que estaba apareciendo lentamente en las pantallas de la nave, un gran planeta de profundos azules y verdes intensos, cuya lenta rotación empezaba a mostrar sus tres gigantescos continentes. Mishpacha. En los tiempos anteriores a la Guerra de X’ion, había sido un hogar para su gente, como prácticamente todo en el sistema Haven, un idílico mundo-jardín dotado de vegetación exhuberante y glorias heredadas de los Arcontes. Jinx sabía bien en qué se había convertido aquella gema esmeralda y zafiro tras la devastación del Imperio Arconte.

En la parte trasera, Kahta estaba terminando de revisar los cambios que había realizado en el sistema de armamento de la Tartarus durante su trayecto hiperespacial. La brillante científica Nephilim era ayudada en su tarea por Thanatos, el enorme Legionario de gatillo fácil. Tras sus experiencias a bordo de la Leviatán, la Nephilim no había perdido la oportunidad de recoger muestras de la antigua tecnología de guerra de su especie. La tecnología armamentística corp que llevaba equipada la Tartarus no era especialmente compatible con la bio-tecnología, pero la munición viviente a la que se habían enfrentado a bordo de la Leviatán era demasiado… intrigante… para dejar pasar la oportunidad. Thanatos no era experto en demasiadas cosas, pero además de ser perfecto para las tareas pesadas, dominaba todo lo relativo al armamento, tanto personal como vehicular. Con su ayuda, la próxima vez que la Tartarus se viera envuelta en una refriega contaría con una pequeña sorpresa en la manga. 

El otro Nephilim de la tripulación, Jagh, permanecía recluido en su camarote. Al contrario que Kahta, que pertenecía a la casta de los Emisarios, el asesino era un híbrido, de aspecto grotescamente inhumano por su piel pálida y lisa y su rostro sin ojos. La consciencia de Jagh siempre se alteraba durante los viajes de salto, con su sensibilidad psiónica captando y reaccionando a la extraña energía Ley. Ahora afilaba su espada de sinteacero en silencio.

Tras recibir la autorización, la Tartarus aterrizó en el pequeño astropuerto que orbitaba alrededor de Mishpacha. Habían decidido poner rumbo al planeta selvático por varias razones. En primer lugar, necesitaban un lugar discreto y apartado donde repostar y reponer provisiones. Mishpacha también era un buen lugar para colocar parte de la carga que llevaban en las bodegas de la nave sin pasar por demasiados controles corporativos. Especialmente teniendo en cuenta que entre esa carga llevaban dos cabezas nucleares capaces de destruir un planetoide. Y el planeta también tenía fama de ser un buen lugar al que ir si tienes una nave y andas en busca de trabajo, legal o no. 

Pero la gente de la Tartarus no eran solo mercenarios y mercaderes libres. Tras esa fachada se escondía una misión mucho más exigente. Todos ellos habían sido “liberados” del Centro Corporativo de Gestión y Reasignación “UBIK” -una cárcel corporativa con otro nombre, propiedad del Conglomerado Ares- con una condición: que recorrieran el sistema Haven en busca de una serie de antiguas balizas que, al ser activadas, permitirían triangular la posición del secreto mejor guardado de la galaxia: la Puerta de Gabriel. En los bancos de datos de la Leviatán habían hallado algo que podría ser una de esas balizas, unas coordenadas estelares que no habían sido capaces de descifrar. Por su actual situación, Mishpacha atraía a un gran número de arqueólogos, exploradores e historiadores, decididos a revelar los secretos del pasado. Quizá uno de ellos podría serles de utilidad.

El espaciopuerto se hallaba en órbita geosincrónica sobre uno de los escasos, si no el único, reducto de civilización en todo el planeta: la antigua ciudad kaltorana de Faro. En la actualidad, la antaño gloriosa metrópoli se había reducido a un vestigio, un puesto comercial al límite de la ley, al borde de la Zona Reclamada. Pero también era uno de los pocos lugares en todo Haven donde los miembros de todas las razas distintas podían coexistir libremente y en una relativa paz, si uno estaba lo bastante desesperado o era lo bastante osado para llamar a Mishpacha su hogar. 

Faro era accesible únicamente a través de lanzadera, así que la tripulación dejó la Tartarus asegurada en la plataforma de aterrizaje principal del puerto, y esperó pacientemente a que la lanzadera automatizada llegara desde la superficie, un trayecto de ida y vuelta que realizaba únicamente dos veces por rotación planetaria. Durante las 5 horas de espera, pudieron comprobar que el espaciopuerto apenas tenía verdadero personal de servicio. La pequeña estación parecía estar mantenida exclusivamente por drones, y por Carne. La Carne eran obreros biodiseñados gracias a la tecnología Nephilim, creados únicamente para trabajar desde su concepción hasta la muerte. A todos los efectos, eran drones biológicos. 

La única manera de contactar con el verdadero personal, si es que lo había, era a través de los terminales de información. Aburrido por la espera, Murdo decidió intentar hackear uno de esos terminales, simplemente para comprobar de qué clase de cortafuegos y medidas anti-intrusos dispondrían, pero la sensatez se impuso, y en lugar de ello intentó contactar con el personal para ofrecer servicios de mecánica y mantenimiento durante aquellas horas de espera. Pero fue en vano: la voz al otro lado del terminal le informó que solo se debía contactar con el personal en caso de emergencia, y que si no había ninguna, que por favor dejara la línea libre.

El descenso hasta el planeta fue una experiencia un tanto enervante, ya que un espaciopuerto de clase E no podía proporcionar sistemas de guiado de aterrizaje ni estabilizadores atmosféricos, pero la vieja lanzadera cumplió con su función una vez más, y la tripulación de la Tartarus puso por primera vez pie en el mundo de Mishpacha. La ciudad de Faro era una colección de edificios en ruinas reconvertidos en casas, refugios y tiendas, delimitada por un alto muro que la separaba de la frondosa y exhuberante jungla del exterior: la Zona Reclamada. La temperatura era bochornosa, lo que causó a Thanatos una gran incomodidad a pesar de los reguladores térmicos de su armadura de combate. El metabolismo Legionario, adaptado a climas árticos, no estaba preparado para un clima tropical como aquel, y el masivo mercenario agradeció para sus adentros estar tan solo de paso.

Thillian Kryll, el francotirador corp que les había sido asignado por su patrón durante la misión de la Tartarus, les acompañaba también, pero sus caminos se separaban en Mishpacha. Cuando la lanzadera por fin les dejó en la superficie, el antiguo camarada de armas de Thanatos se despidió de ellos, afirmando tener que regresar al servicio de sus verdaderos jefes. Thanatos y él se despidieron en muchos mejores términos que durante su reencuentro.

Una ventaja de los espaciopuertos de clase E, como el de Mishpacha, era la falta de controles y la relativa relajación de las reglas sobre posesiones de armas. En un puesto fronterizo como Faro, había que dar la impresión de saber cuidar de uno mismo. Jinx, por hábito probablemente, echó un rápido vistazo a las pilas de chatarra que se amontonaban en el exterior del desvencijado edificio que servía como terminal de la lanzadera en la superficie. Por un pequeño precio, se podía conseguir acceso a esos montones, pudiéndose uno llevar cualquier cosa útil que encontrara. Lo más frecuente era no poder pillar nada recuperable, pero en ocasiones se podían hacer hallazgos que merecieran la pena, si uno tenía buen ojo para la mecánica.

[El acceso a una pila de chatarra cuesta una tarifa fija -por lo general equivalente a 1 Punto de Tiempo Libre- y permite que el personaje se lleve cualquier cosa útil que encuentre. Si no encuentra nada, mala suerte. Para determinar si la búsqueda ha dado resultado, el personaje debe hacer una tirada de Mecánica contra 14. Si la pasa, puede elegir entre 1d6-3 Cajas de piezas de repuesto o recibir ese mismo resultado como bonificación a su siguiente tirada de Reparación.]

Mientras Jinx rebuscaba entre la chatarra, Kahta se fijó en un símbolo que aparecía pintado en varias de las paredes del edificio, sobre todo en las exteriores. Se trataba de una cabeza de león dentro de un círculo negro. Jinx, que no era ajeno a la cultura callejera, comentó que parecía un símbolo que denotaba protección. El edificio estaba bajo la protección de algún grupo o facción, pero el kaltorano no supo reconocer a quien pertenecía. 

Finalmente, la tripulación abandonó el muelle de atraque y salió a las calles de Faro. Tenían varios objetivos prioritarios. Cada uno de ellos quería hacerse con armas, munición y equipo diverso gracias a los créditos obtenidos al entregar la Leviatán a Milo. Y después, buscarían el lugar sobre el que habían leído en la TradeNet, y que aparentemente era el verdadero corazón de Faro: la Cantina de Jal Draxa.

Mientras recorrían las calles, pudieron comprobar con un cierto asombro la verdadera mezcla cultural que se producía en el lugar. Corps y nephilim, kaltoranos y legionarios, andaban unos al lado de otros, apenas prestándose atención. Se palpaba tensión en el ambiente, pero parecía deberse más al hecho de que allí nadie confiaba en nadie, fuera de la raza que fuera, que por verdaderos prejuicios raciales. Y había muchos niños en las calles, sobre todo kaltoranos e legionarios. 

Fue pasando junto a un callejón bastante sombrío debido a la cantidad de cables que pasaban de un edificio a otro a cierta altura, cuando escucharon a alguien dirigiéndose a algunos de esos chicos. Era  el tono y timbre inconfundibles de un Legionario, dando lo que parecía una arenga casi militar. Thanatos no pudo evitarlo, y se acercó a ver qué estaba ocurriendo. El resto le siguieron, excepto Kahta, que puso los ojos en blanco con expresión resignada. 

El que hablaba era un soldado Legionario joven y apuesto para los cánones de su especie. Llevaba  una flamante armadura cromada, con marcas de balazos y quemaduras láser en varios puntos, y una capa roja de aspecto imponente. En la hombrera de su flamante armadura de combate termorregulada se distinguía el símbolo de una espada con la punta hacia abajo. Estaba hablando con tres chicos legionarios, apenas adolescentes, que sin gozar de regulación térmica, sudaban copiosamente incluso encontrándose a la sombra. 

Las estrellas son la llave de nuestra gloria, como lo fueron para nuestros padres. Nuestros opresores os retendrían aquí, con los pies hundidos en este barro y boqueando por el calor. Así no es como debería vivir un Legionario. Vuestros abuelos y sus padres antes que ellos lucharon por una vida mejor: una vida de victoria para la Legión. ¿Esto es lo que la victoria nos ha traído? Esto no es para mí, pequeños hermanos míos. Nuestro destino se encuentra en las estrellas. Nuestra gloria se halla en nuestras espadas. Las Espadas de la Gloria.

Thanatos asintió en silencio ante esas palabras, antes de llamar la atención al soldado. El Legionario se volvió hacia él, y su mirada recorrió rápidamente a sus acompañantes también.

¿No estás de acuerdo, hermano? Fuimos creados para el combate, para la guerra. Ese es nuestro cometido. Estos chicos merecen una vida mejor que pudrirse como carne tierna al sol, haciendo aquello para lo que fuimos concebidos: luchar.

Murdo se fijó bien en la armadura del Legionario desconocido. Algo no le cuadraba. Aquellas marcas, aquellos arañazos, aquellas quemaduras… parecían demasiado bien colocadas, demasiado poco aleatorias. Parecían simplemente… estéticas. Cuando se lo comentó a su enorme compañero en voz baja, Thanatos preguntó:

¿Donde te has hecho esas marcas… hermano?

Luchando en el frente, con honor, como es debido. Son las señales de mis victorias, medallas que también indicarán la valentía de estos muchachos en el futuro.

¿Luchando, dónde? He librado batallas en cada mundo de este sistema. Sea el frente que sea, lo reconoceré. ¿Dónde?

¿Acaso importa eso, hermano? Si no vas a ayudarme en la misión de salvar el futuro de estos jóvenes, será mejor que te marches y te metas en tus asuntos.

Los ojos de Thanatos se entrecerraron en su rostro escamoso.

Yo te llamo mentiroso. Hermano.

El Legionario hizo un gesto de negación con la cabeza, como si se sintiera apesadumbrado, e hizo ademán de marcharse. Pero Thanatos le agarró del hombro, impidiéndoselo.

La mano del soldado se dirigió hacia la empuñadura de su fusil de asalto.

Desde el exterior del callejón, Kahta soltó un exasperado suspiro.

Allá vamos otra vez…

8 comentarios en “Fragged Empire 2: (I) Bienvenidos a la Jungla”

  1. IIIIIHHHHH! (grito agudo de Flanders)
    Que bien, ha vuelto FE!
    Me compré el libro tras la reseña de este blog, he mastereado 3 o 4 veces, pero por circunstancias personales lo he dejado un poco de lado (no me apetece aprender un nuevo sistema ni masterear).
    Tengo algunas cosas escritas, te las podría pasar por si quieres que te sirva de inspiracion o meterlo directamente en tu universo, también te puedo dar las descripciones de los PJs y su nave, sería fantástico verlos como PNJ.
    No le cobraría royalties ni nada oiga!

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