Fragged Empire 2: (II) Donde las Calles no Tienen Nombre

La Tripulación de la Tartarus

Murdo Morrison: Piloto corporativo y antiguo contrabandista

James T. Jinx: Bribón kaltorano, hombre para todo

Thanatos Verpila: Mercenario legionario sin demasiados escrúpulos

Kahta: Científica Nephilim, experta en ingeniería, medicina y biotecnología

Jagh: Asesino Nephilim de casta híbrida, dotado de potencial psiónico

 

Ciudad de Faro, Continente de la Estrella

Mishpacha, Sistema Haven

La luz de Esh calentaba el ambiente hasta niveles asfixiantes, incluso a la sombra del entramado de cables que formaban una suerte de toldo sobre el callejón. El sol se reflejaba en la cromada armadura del Legionario con el símbolo de la espada en la hombrera. La armadura de Thanatos estaba demasiado vapuleada para brillar.

Ambos Legionarios tenían la mano a escasos centímetros de las empuñaduras de sus respectivas armas. El curioso concepto de la Legión de lo que es una «arma de mano» hacía que ambos estuvieran a segundos de empuñar un rifle de asalto pesado.

Murdo se había escabullido detrás de su enorme camarada, en un intento de pasar desapercibido y adoptar una posición ventajosa subiendo a uno de los balcones de servicio, pero los ojos del Legionario siguieron sus movimientos. Mientras, Jinx había desabrochado su pistolera y se había ido cubriendo lentamente con la esquina del callejón.

Pero en vez de desenfundar, el Legionario respondió a Thanatos.

¿Me llamas mentiroso, hermano? Los Espadas de Gloria no necesitamos mentir. Todo cuanto he dicho a estos jóvenes cadetes es absolutamente cierto. ¿O acaso lo niegas? ¿Esta es vida para ellos? 

Thanatos no dijo nada, pero frunció aún más el ceño simiesco.

No se merecen vivir en un mundo-sauna revolcándose en el barro, cuando pueden tener una vida de gloria y honor. Eso es lo que les ofrecemos.

¿Gloria y honor? Creo que tú no sabes qué es eso. Igual que creo que no has pisado la primera línea de combate en tu vida -replicó Thanatos.

La tensión aumentó cuando el otro entrecerró los ojos hasta convertirlos en meras rendijas. Pero farsante o héroe de guerra, sabía suficiente de táctica como para reconocer la inferioridad numérica en la que se encontraba y la desventaja que su posición le confería.

Recuerda el nombre de Palamon, hermano. Algún día comprobarás el error que has cometido cruzándote en el camino de los Espadas de la Gloria -respondió el joven y altivo Legionario, mientras le daba la espalda a su congénere.

Seguro. Pero hoy no será ese día.

Palamon se marchó, con la espectacular capa roja ondeando tras de sí, y de repente la tensión acumulada, que había sido palpable, desapareció como por efecto de una descompresión súbita. Los tres niños Legionarios se encararon con Thanatos y sus colegas, con una expresión torva en la mirada. Los tres salieron corriendo en pos de su héroe, a quien unos desconocidos metomentodos habían agraviado y ofendido gratuitamente.

¡No tenéis porqué seguirle! ¡No dejéis que os utilicen! ¡Vuestro futuro podéis decidirlo vosotros! -gritó Murdo a los chicos, pero estos hicieron caso omiso al corp. Sólo uno de ellos se volvió durante unos segundos mientras corría, al parecer escuchándole más que sus compañeros.

Entonces Kahta entró en el callejón, seguida de Skinny, y clavó un dedo verde en el ancho pecho blindado de Thanatos.

¿Tanta prisa tienes por volver a mi mesa de operaciones? 

Si habéis acabado de comprobar quién mea más lejos, tenemos cosas mejores que hacer. ¿Podríamos por una vez dejar de meternos en berenjenales que ni nos van ni nos vienen? Lo que pasa en esta ciudad, o en cualquier otra ciudad, no es asunto nuestro. Si vamos a ir provocando tiroteos con el primer idiota que pasa, vamos a necesitar armas más grandes.

Dicho lo cual… -intervino Jinx-. He oído hablar de alguien que podría tener lo que buscamos. Seguidme, conozco el camino.

En realidad no lo conocía él, sino su padre, pero sus recuerdos los había heredado gracias a la peculiar configuración genética de los kaltoranos. Los buenos, y los no tan buenos. Tras caminar un buen rato entre las chabolas y los ruinosos edificios de Faro, llegaron al lugar: el taller y tienda de suministros de Jonas Hex.

El viejo kaltorano que respondía ese nombre estaba soldando la mira de un viejo revolver con un soplete de dedo, cubriéndose el rostro con una pequeña máscara tintada. Tenía las gruesas trenzas completamente canosas, y el rostro arrugado y cubierto por una barba desaliñada del mismo color. Cuando se quitó la máscara, fue evidente que no les había oído llegar.

Estoy sordo de estas dos orejas, ¿sabéis? -dijo el viejo, señalándose el lado izquierdo con el dedo del soplete, ya apagado.

Normalmente, Murdo era quien se encargaba de las negociaciones. Dominaba el lenguaje del dinero, el idioma mercantil de valores e intereses, pero los kaltoranos nunca se habían regido por ello, no hasta la llegada de la Corporación. En aquella ocasión fue Jinx el encargado de llevar el peso de la conversación, dominando el arte del trueque y el intercambio que su pueblo practicaba de manera ancestral. El anciano del clan Hex estaba razonablemente bien surtido para tratarse de un lugar apartado de la mano de los Arcontes como aquel. Jinx se desprendió de sus dos pistolas ligeras para hacerse con un pistolón de gran calibre, también de munición auto-propulsada. Murdo estaba interesado en conseguir material de alta tecnología, especialmente armas disruptoras. Pero equipo de grado militar como ese era casi imposible de encontrar en Mishpacha, y así se lo hizo saber Hex.

[Igual que con los espaciopuertos, como regla casera he asignado un nivel tecnológico y un modificador de mercado a cada mundo del sistema Haven, que modifica las tiradas de Tiempo Libre y en ocasiones el coste de los artículos. Faro no era el lugar más adecuado para encontrar artículos de alta tecnología.]

Durante el regateo, Jinx decidió intentar sacarle algo más de información al viejo armero.

Por cierto, ¿quién maneja el cotarro por aquí? Hemos visto una cabeza de león pintada en las paredes del muelle de atraque, y en varios edificios más de la ciudad… ¿A quién representa? 

¿Eso? Bueno, ya sabes, aquí la única ley es la de los… -Jonas levantó la mirada hacia su congénere más joven-. Olvídalo, chaval. Paso de líos. Hasta ahora me ha ido bien así.

Era el momento de utilizar un poco del clásico compadreo kaltorano, se dijo Jinx.

Mis compañeros aún andan buscando algunas cosillas en la ciudad -dijo, mirando con clara intención a Murdo y Kahta-. Pero el gigantón y yo no tenemos nada que hacer ahora mismo. ¿Qué te parece si te echamos un cable con las reparaciones? Yo me apaño como manitas, y este soldado lo sabe todo sobre armas. Seguro que te irá bien que te echemos una mano en algo. 

El viejo asintió con un gruñido. Kahta y Murdo captaron lo que pretendía su camarada, y tras convenir una hora de encuentro, se perdieron en las calles de Faro. Sus dos razas no eran precisamente las mejores amigas de los kaltoranos, y era posible que Hex tuviera la lengua más suelta si no estaban ellos delante.

Juntos exploraron las calles en busca de algo muy particular: un laboratorio de biotecnología lo bastante bueno como para modificar el patrón genético de Skinny, la bestia-mascota de Kahta. La había creado ella misma, pero en condiciones muy mejorables y sin apenas equipo avanzado. En consecuencia, la criatura era delgada y más débil de lo deseado. La Emisaria tenía decidido cambiar eso, más por perfeccionismo que por apego a su «mascota».

[En términos de juego, Skinny era una bestia Nephilim que Kahta había adquirido durante la creación del personaje invirtiendo una parte de sus Recursos, pero al que le había aplicado la modificación “Baja Calidad” para reducir su coste. Lo que estaba intentando, ahora que sus Recursos habían aumentado, era eliminar esa modificación pagando la diferencia.]

Pero unas instalaciones como aquellas estaban fuera de lugar en un mundo como Mishpacha, incluso con la fuerte presencia Nephilim en Faro. Rindiéndose a la fría lógica, Kahta asumió desapasionadamente que el coste de mantener a Skinny y de estabilizar constantemente su patrón genético inestable no compensaba la utilidad real de la criatura, así que con la ayuda de Murdo la colocó fácilmente a cambio de un puñado de créditos, sin aparentar ningún sentimiento al despedirse de su creación.

Mientras regresaban al taller de Hex para el reencuentro con sus camaradas, presenciaron otra escena de color local en la vida de Faro. Un kaltorano joven estaba pintando con spray rojo sobre un emblema corporativo, sobreescribiendo los eslóganes y pintando un gran símbolo rojo en la pared. Un grupo de corps le vieron y empezaron a abuchearle mientras daban un aviso con sus terminales. En unos segundos, un par de legionarios aparecieron y empezaron a perseguir al grafitero, mientras los corps seguían insultándole y abucheando.

Murdo y Kahta permanecieron al margen aquella vez, pero cuando el lugar se hubo despejado de mirones, se acercaron para echar un vistazo a la pintada. Se trataba del símbolo de un puño cerrado sobre un círculo rojo. Murdo lo reconoció al instante. Se trataba del emblema de UNITY, un grupo antisistema muy minoritario y marginal, que se mostraba abiertamente en contra del capitalismo desmedido y el corporativismo atroz de los Vargarti, y muy especialmente, del tratamiento de la Carne como meros esclavos sin mente.

[La primera aventura de los de la Tartarus había tenido lugar, en su mayor parte, en un entorno contenido y aislado como el interior de la Leviatán. Ahora los jugadores estaban empezando a comprobar la gran cantidad de facciones y grupos que actúan en Haven, y las posibilidades de interactuar con ellos, para bien o para mal..]

Entre tanto, la táctica de Jinx había dado resultado. Los kaltoranos eran criaturas gregarias y sociales por naturaleza, y el trabajo compartido relajó la actitud del viejo armero. Libre de la molesta presencia de corps y nephilim, Jonas Hex les habló del grupo representado por la cabeza de león.

Es la agencia de seguridad de Vito. Los Vitas, como les llamamos en las calles. Son legionarios, al menos sus brazos ejecutores visibles lo son. Son la única fuerza que impone un cierto orden en Faro… por un precio. Las junglas de Mishpacha son el hogar de incontables tribus de Nephilim salvajes, incluso en la Zona Reclamada, y ellos los mantienen a raya. Detienen las incursiones de bandidos y protegen locales y negocios, siempre que pagues su tarifa. Si uno quiere armas de un cierto calibre, los Vitas las tienen. Pero yo no quiero tener problemas con ellos, y te aconsejo, muchacho, que hagas lo mismo. No tengas tratos con ellos.  

Jinx tomó buena nota, pero era el turno de Hex de hacer preguntas.

¿Y a tí, qué te trae a este planeta? 

Buscamos trabajo. Tenemos una nave y aceptamos cualquier cosa. 

Si trabajo es lo que quieres, ve a la Cantina de Jal Draxa. Es el único lugar de Faro en el que se puede acceder a la TradeNet local… es el centro neurálgico del planeta para pilotos y comerciantes libres como vosotros. Porque eso es lo que sois… ¿no?

El viejo kaltorano miró a Jinx intencionadamente. Se acercó a él lo bastante para susurrarle sin que Thanatos les escuchara.

Dime la verdad… ¿Eres miliciano?

No toda la sociedad kaltorana había aceptado de buen grado el nuevo status quo impuesto en Haven por la llegada de los Vargarti. Una parte de la población se resistía a permitir que el que fuera su sistema natal, tras ser devastado por los Nephilim y de que los mundos sagrados de su gente  fueran convertidos en yermos nucleares, ahora tuviera que acoger a sus destructores y mucho menos tener que convivir con ellos, y también a aceptar que la Corporación llegara de fuera y se quedara con todo. Para esos kaltoranos, la Milicia era un grupo de valerosos luchadores por la libertad. Para todos los demás, eran terroristas. 

La llegada de Kahta y Murdo puso fin a la conversación. Dando las gracias a Hex por los servicios y la información, los cinco de la Tartarus abandonaron el taller, en pos de un buen lugar para escuchar historias, encontrar trabajos y echar un trago: la Cantina de Jal Draxa.

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