Crónicas de Alasia, Libro 2: (VI) Sangre en la Lona

Cosecha 23

Ajena a la amenaza que había recibido Adavia, la ciudad despertó ansiosa. Hoy empezaban los duelos singulares, y desde primera hora la muchedumbre se había agolpado en los Campos de Dorvannen para coger un buen lugar desde el que ver los combates. Las eliminatorias habían separado el grano de la paja en gran medida, pero ahora la cosa se ponía seria de verdad. Elian Arroway se había ofrecido para vigilar a los participantes, empleando conjuros de detectar magia para asegurarse que todo el mundo jugaba limpio. Cuando sonaron las cornetas de los heraldos anunciando el comienzo del primer combate, la multitud expectante se sumió en el silencio, y para muchos, el verdadero Torneo de Roca Blanca empezó entonces.

[Para los combates entre dos PNJs, para no tener a los jugadores como meros espectadores, asigné a cada uno de los participantes un valor de combate, basándome en su nivel, capacidades de combate, dotes, etc. El participante de valor más alto ganaba, y yo narraba el combate en consecuencia. En los casos en los que el valor estaba completamente igualado, lo resolví mediante tiradas entre sesiones, para no perder tiempo de juego.]

El primer combate del día enfrentó a Yestan Lawry, un mozalbete imberbe de Nueva Alasia, no mucho mayor que Will Kemp, con Odalric de Orm. El caballero ardenio fue cortés durante la lucha y obviamente se contuvo, pero era muy superior a su rival y el chico no tardó en rendirse.

Después se enfrentaron Able Konrad y Oragh Bargg. El primero era un tipo de aspecto anodino de tez morena y vestido en ropas grises, que empuñaba un largo puñal de mango de hueso, mientras que el segundo era un semiorco (o semitrasgo, si uno le quería creer) que se demostró bastante cobarde y rastrero en justa lid. Konrad acabó con su oponente a base de provocarle y fingir errores en su defensa, trampas en las que su adversario cayó cada vez. El combate fue rápido, y demostró que aunque no fuera un veterano, no se podía subestimar al humano.

En el tercer combate Hwaetmund el Carpintero, un tipo fanfarrón que pretendía luchar con un gran escoplo, fue despachado con celeridad y sin contemplaciones por Sir Faegyn Cynnwyd, el Caballero Escarlata. El caballero errante ayudó a su oponente a levantarse y le palmeó la espalda, tras intercambiar con él algunas palabras que no llegaron al público.

Feral el Lobo, el atlético y joven guerrero que había hecho un buen papel en la Gran Carrera, se enfrentó a Jack Cutter, un tipo encapuchado de aspecto sórdido y la cara picada por la viruela que empuñaba dos dagas. La velocidad del segundo no pudo con la ferocidad y energía con la que luchaba el muchacho, que peleaba con una intensidad casi animal.

Después le tocó el turno a Percival Whitesword. Solo llevaba un estoque y se había puesto el justillo de cuero que la ciudad prestaba a los luchadores que carecían de armadura propia. Su rival fue Brodrick de Falshire, un tipo no muy alto y ancho de hombros que ejercía como guardia en dicha de aldea. Brodrick tenía buen entrenamiento, pero la agilidad de Percival y sus artes de esgrimista le permitieron dar parada, respuesta y contraataque a cada uno de los golpes de Brodrick, y el rubio alasiano no tardó en hacerse con la victoria.

El siguiente emparejamiento unió en la lona a dos rivales aún más dispares. Shahin ibn Shamal había vendado a conciencia su preciada cimitarra de mithril, Saif al’Qamar. Su oponente no era otro que Balkan el Fuerte, uno de los favoritos para llegar a la final, y el hombre más fornido que había pisado jamás Nueva Alasia. El mercenario empuñaba una espada de doble puño casi tan alta com él, y parecía saber usarla. [Cuando al jugador de Shahin le tocó en el sorteo a Balkan ya en la primera ronda, puso cara de “hasta aquí hemos llegado, pero hemos venido a jugar”]. Tan pronto como empezó el combate se vio que aquello sería el choque entre la fuerza de uno y la agilidad del otro. Shahin, quizá arrepintiéndose de haber usado sus trucos de magus en el concurso de arqueros, y sabiendo que su maestro de combate, el Ithandir, le observaba desde el palco, decidió jugar limpio a pesar de lo duro que era su rival. Sin embargo, cuando se vio que la táctica de Balkan era intentar golpear brutalmente su arma para partirla en dos, se puso rápidamente a la defensiva. ¡No iba a perder a Saif al’Qamar por un maldito juego! Empleó una pequeña fracción de su magia no para darse mejores posibilidades en el combate, sino para reforzar con encantamientos su cimitarra y hacerla más dura de lo que ya era. El combate se prolongó durante minutos. Balkan sólo necesitaba darle una vez, pero el sûlita heredero del viento esquivaba todos los golpes, y los que conseguía asestar a su rival apenas hacían mella en la coraza completa del guerrero. Balkan iba perdiendo la paciencia paulatinamente. ¡Estate quieto, maldito saltarín!, gritaba. Finalmente, abandonando la estrategia de forzar la rendición del otro desarmándole, empezó a intentar asestar los golpes a Shahin, que los bloqueaba o esquivaba a veces milagrosamente. Finalmente, después de un intenso intercambio, se miraron a los ojos entre gotas de sudor, y Balkan dijo: Esto termina ahora. Y golpeó con todas sus fuerzas al sûlita, haciéndole caer fulminado con espantoso sonido de huesos rotos. Mientras los sanadores comprobaban que Shahin seguía con vida y le llevaban a las tiendas para los heridos, Balkan el Fuerte fue declarado vencedor. [Fue todo un crítico, que resultó oportunamente dramático después de la frase que había soltado yo como Balkan. Ahí se demostró por primera vez que participar en estos duelos no estaba exento de riesgos, sobre todo si el rival no medía las fuerzas y atacaba sin ninguna moderación. El crítico le hizo a Shahin daño no-letal suficiente para dejarle ko, y todo el excedente se convirtió en daño letal… no llegó a matarle por poco].

Después de aquello, Edmund Carver y Adelard Tabor se enfrentaron en el séptimo combate. Fue una pelea reñida, ya que ambos eran buenos luchadores. La pelea también fue larga y la derrota fue para el primero que cometió un pequeño error, y ese fue Tabor.

Renauld d’Averoine, un aquiliano de rostro bastante apuesto y expresión divertida, se enfrentó a Sir Lothar de la Runa, uno de los Caballeros Protectores de Nueva Alasia, que llevaba en su escudo de armas la runa que le daba su epíteto. Desde el principio estaba claro que el extranjero sabía que no tenía nada que hacer contra el caballero, pero intentó plantar cara hasta el final y dar una buena batalla, algo que consiguió antes de caer honrosamente.

Llegó el turno de Tarkathios. El guerrero de brazo tatuado había esperado poder emplear el poder de su tatuaje místico y así blandir las armas de tamaño desmesurado que solía emplear en combate, pero cuando se hizo patente que aquello no iba ser posible, empuñó su mandoble contra su rival, Cathal MacÁirt, un semielfo rubio y de largos bigotes llegado de Dun Emain. Gaul había hecho buenas migas con él y otros dos compatriotas llegados desde aquellas lejanas tierras, y le deseó suerte al medio elfo desde el público. Sin embargo, cuando sonó la fanfarria y empezó el combate, Tarkathios cargó con una furia salvaje contra él y saltó en el aire, descargando su mandoble con todas sus fuerzas. Cathal no tuvo tiempo ni siquiera a levantar su espada para defenderse. La mandoble de Tarkathios se estrelló contra el cráneo del medio elfo, y su sangre se derramó por la lona y salpicó al público cercano. MacAirt cayó al suelo, muerto antes de tocar la lona, con una buena parte del cráneo colapsado hacia el interior y parte de sus sesos a la vista. [Otro crítico con mandoble. A pesar de ver lo que había estado a punto de sucederle a Shahin, Tarkathios usó todas sus dotes como ataque poderoso y golpe por encima del hombro para infligir el máximo daño posible, y mató al desdichado, que a fin de cuentas era un guerrero de nivel 1]. Los jueces dieron el alto, y el público conmocionado gritaba. El Ithandir y el Barón Stephan conferenciaron en voz baja, y finalmente el Ithandir declaró que había sido una muerte accidental, fruto de los riesgos que conscientemente asumen todos los participantes. Tarkathios se libró de la eliminación, pero a ojos de buena parte del público, se había convertido en un asesino.

Poco después, la guerrera amazona, Alaea de Themis-Kar, pisaba una nueva lona blanca para enfrentarse Gulbrand de Ulfberg, el berserker korrman. De nuevo, el público contempló una verdadera pugna entre la gracia y la agilidad de la primera y la fuerza bruta del segundo. La amazona atacaba como una tigresa, saltando hasta ponerse a alcance de su larga lanza, pinchando o cortando con su larga garra, y rodando por el suelo para apartarse del nórdico en un mismo movimiento. Aquella manera de luchar enfureció al hombre del norte hasta lo indecible, que pronto hubo recibido golpes por todos los lados. Aquello no le frenó, y prontó empezó a aullar insultos hacia la mujer mientras apretaba el mango de su enorme hacha hasta que los nudillos le quedaron blancos. Finalmente, durante uno de los saltos de la guerrera, la agarró de un tobillo y la estrelló contra el suelo con todas sus fuerzas y poniéndose encima, empezó a golpearla sin piedad, hasta que le colocó el mango del hacha sobre el cuello y empezó a apretar con todas sus fuerzas. Cuando varios guardias ya estaban cruzando las cuerdas para quitárselo de encima, se escuchó un terrible rugido proveniente de las inmediaciones del campo de combate, y como reaccionando a su sonido, la amazona (al borde de la inconsciencia y mientras luchaba para que no le aplastaran la tráquea) alzó la rodilla contra la entrepierna del salvaje. Cuando el berserker se apartó del golpe, Alaea se levantó y con un mismo movimiento le estrelló el mango de la lanza en la sien, tumbándolo definitivamente.

Después de que retiraran al inconsciente berserker (y de asegurarse de que despertaría rodeado de un buen número de guardias), le tocó el turno a Gaul. Se enfrentaba Caradoc Treharne, un sarel de los de vieja cepa. Se decía que era un proscrito que emboscaba a los hombres del rey Laeren en los profundos bosques de su tierra, y que se había convertido en una molestia tal que se había visto obligado a huir de ella. Gaul midió sus fuerzas y no se empleó a fondo, intentando evitar dejarse llevar aunque eso supusiera quedar en desventaja; no quería cargar con una muerte accidental como le había ocurrido a Tarkathios. Treharne demostró ser un luchador competente y tenaz, más que la mayoría, pero no consiguió imponerse a la fuerza del semiorco, y acabó concediendo el combate.

El siguiente combate enfrentó a dos norteños de Korheim. Una era Thaena Sveinsdottir, la rubia aventurera de sangre de gigante, mientras que el otro era Gunnar Un-Ojo, un sacerdote de Authrym el Tuerto que luchaba con la larga lanza preferida por su dios. Thaena se impuso desde el primer momento, y Un-Ojo no fue capaz de dar la vuelta a la situación.

El combate que vino después fue aún más rápido. Malcolm de Kent, armado con espada y escudo, se mofó de Eadric Tam, el sarel que se había presentado en la lucha armado tan solo con un cayado rematado en hierro. Antes de que el primero hubiera dado un paso, el otro le golpeó en el estómago, puso el palo entre sus piernas derribándolo con un brusco movimiento y le dejó inconsciente de un tercer golpe. Muchas monedas de plata cambiaron de manos con aquel resultado, y la gente empezó a susurrar el nombre de Eadric como el de uno de los favoritos del torneo.

Luego le tocó el turno a Rashid del Castillo de Belayne. El silencioso sulita manejaba sus dos cimitarras con una precisión letal, deteniéndose unos instantes para estudiar los movimientos de su rival, Cedric de Rotherwood para luego fintar como una serpiente y pillar a su enemigo con la guardia baja. La técnica le funcionó a la perfección.

Samson Gylbard y Tobbin Mackie dieron al público una lucha poco emocionante y carente de espectáculo. Ninguno de los dos era un guerrero demasiado ducho, y finalmente Samson venció por el simple método de aprovechar su mayor tamaño y embestir a su rival hasta hacerle caer fuera de las cuerdas. La gente reía, abucheaba y aplaudía en igual medida.

Shelaiin combatió contra un tal Mael Rickan, un tipo de cabello grasiento y enratonado, delgado y nervudo. El pobre tipo parecía intimidado por enfrentarse no solo a una Alta Elfa, sino a la hija del maestro de armas de la ciudad, y optó por la poco sabia decisión de jugar sucio, dando golpes bajos e intentando distraer o cegar a su adversaria. De poco le sirvió: la superioridad marcial de Shelaiin era avasalladora.

Un muchacho de andares torpes, Big Rumpledale, se enfrentó armado con una maza de doble puño al monje teabriano, Liotan de los Cinco Picos. Éste adoptó una curiosa postura de combate, con los brazos desplegadas como las alas de un pájaro, y desviaba y apartaba cada golpe con un certero manotazo, hasta que finalmente le agarró la muñeca al chico, se la torció levemente para obligarle a soltar el arma y le dijo algo en voz baja. El chico se rindió y abandonó la lona, quitándose el casco y revelando que en realidad era una chica llamada Abigail.

Otra joven, esta sin esconder su género, entró en el campo a continuación. Era Alida Crawford, hija de Sir Inghram Crawford, de Crawford Manor, un viejo y solitario caserío al norte, el más alejado de Nueva Alasia junto al Camino del Torreón. Aunque estaba claro que tenía entrenamiento marcial, la joven morena demostró estar demasiado verde para su rival, el emain Dùghlass MacDubh, y su claidheamh-mòr.

El siguiente combate enfrentó a Carsten, el guerrero y líder de los Errantes, contra Nelkur, el semiorco albino que capitaneaba la delegación kanthiana. El medio orco entró al campo sin arma alguna, haciendo crujir sus nudillos. Cuando Soldar intentó una primera aproximación, el otro se apartó, haciendo que el guerrero se sobreextendiera, y le agarró el brazo, tras lo cual le estrechó en una férrea presa. Por mucho que pataleara y se debatiera, el guerrero fue incapaz de liberarse, y finalmente Nelkur le hizo una última constricción, y con un chasquido de costillas rotas, el humano cayó al suelo sin sentido. El semiorco buscó la mirada de Deornoth entre el público, recordándole sin palabras su promesa y que pensaba cumplirla tarde o temprano.

El destino quiso que la lona enfrentara a Grugnir de los Escudos de Piedra y a Kieran Stonehold, el apuesto duelista vestido de negro que se había negado a participar en el Corredor de los Audaces. Todo el mundo había visto los intentos del enano por humillarle e insultarle, dejándole de cobarde, y la expectación se palpaba en el ambiente. De nuevo, el duelista se llevó la mano izquierda a la espalda, para demostrar que no la necesitaba para vencer. Por su parte, Grugnir ofrecía una estampa cuanto menos pintoresca, embrazando un escudo y con una daga como única arma. A pesar de la agilidad de gato del duelista, el enano logró anticiparse y tomar la iniciativa. Se había fijado en como luchaba su rival en los combates anteriores, y sabía que era muy diestro haciendo paradas y respuestas casi inmediatas, por lo que decidió que si quería vencerle tenía que pillarle por sorpresa constantemente. Grugnir se dedicó a fintarle constantemente, haciendo amagos con la daga mientras rechazaba la espada de duelo con su escudo, y cambiando la dirección de sus ataques en el último momento. De esta manera logró imponerse al estilo de combate de su rival, que a pesar de su experiencia quedó demasiado desconcertado y acabó derrotado sin poder darle ni un solo golpe bueno al bribón de su adversario. [Grugnir no tenía dotes especializadas en fintas, pero ya que cualquiera puede intentarlo, se dedicó a ello para contrarrestar las habilidades de esgrima de su rival, y los dados le acompañaron. Ese enano podría muy bien ser el PJ más suertudo de toda Alasia.]

A continuación, el siniestro enoquiano Qain’nan, monje de la escuela del Fantasma Hambriento, se enfrentó al elfo Elladin Silvercrest. El elfo empezó con una clara ventaja, pues parecía asestar golpes de una precisión sobrenatural, y la presión estuvo sobre el monje desde el principio, que se vio obligado a ceder terreno y ponerse a la defensiva. Sin embargo, el enoquiano se las apañó para resistir un golpe tras otro, y al cabo de un tiempo la precisión increíble del elfo pareció desvanecerse como por arte de magia, momento en que el combate dio la vuelta y se resolvió finalmente a favor del monje.

Will Kemp se las vió con Seleven Nancarrow, uno de sus compañeros en la guardia de la ciudad. Quizá fuera suerte, quizá determinación, o quizá un talento sin pulir, pero lo cierto es que el muchacho se sobrepuso a su camarada más veterano y le obligó a conceder el combate, tras lo que irrumpió en saltos de alegría que hicieron sonreir a todo el mundo, incluyendo al derrotado.

Kuda, el guerrero kushita compañero de Feral, se enfrentó a un hombre que había superado las eliminatorias por pura suerte. El luchador de piel negra reconoció su superioridad y le permitió al otro algo de dignidad al desarmarle rápidamente con su hacha-lanza y ofrecerle la rendición, cosa que Gerald el Cojo aceptó sin pensarlo.

Alan de Plainwood, un veterano miliciano, venció al mediano Brandinoc en un combate más igualado de lo que habría parecido a simple vista. El  mediano era fuerte para su tamaño, y aunque al final no fue rival para el humano que le doblaba en altura, su valiente esfuerzo le mereció el aplauso del público.

Llegó el turno de Ealgar, y la suerte le enfrentó a Aliss Grimwald, una mujer alta y fornida con los hombros más anchos que él. El escudero no tuvo demasiados problemas para vencerla, aunque la mujer presentó batalla valientemente.

A Beren le tocó combatir contra Alwyn Parcell, un hombre de Campo de Aeron que empuñaba espada larga y escudo, y parecía saber manejarlos bien. Sobre todo el escudo. Alwyn era muy ducho manejándolo, y sabía bloquear y deflectar bien los ataques del sarathan, pero estaba claro que nunca había tenido que luchar en una situación de combate real, para salvar la vida, y Beren acabó por vencerle.

A pesar de no ser un guerrero, Lomborth se había presentado también a los combates, armado con su escudo de madera y su pico. Su contrincante era Duncan Canless, un antiguo salteador de caminos que de alguna manera había recibido el perdón del Barón Stephan. No era un combatiente inexperto, y en ciertos aspectos era más ducho que Lomborth. Pero no era más duro. Luchar contra el enano era como picar piedra. Los golpes no parecían hacer mella en él, y por mucho que se esforzaba Canless no conseguía tumbarle. Al final, un certero golpe de pico puso fin a las ambiciones del criminal reformado.

La bella medio elfa Aimer Redleaf perdió por un estrecho margen ante Aelfstan de Llanholm, compañero de armas de Caradoc Treharne, y como él, un proscrito sarel que había tenido que huir de su reino por acosar en los bosques a los hombres del Rey Laeren. Tras vencer, el bribón intentó sin demasiado éxito seducir a la guerrera, cuya ingeniosa y mordaz réplica hizo reir al público y enrojecer las orejas del sarel, que se tomó el desplante con buen humor.

Deinal Hanvar, el antiguo prometido de Lady Marion de Leaford, entró ceñudo en el campo, dispuesto a luchar con uñas y dientes. Según los rumores y comidillas, deseaba ganar el torneo para demostrar a la mujer que le había abandonado el error que había cometido. Al parecer, el joven había salido al galope tras su dama cuando ésta huyó de las Tierras Reclamadas para forjarse su propio destino, pero le había perdido el rastro no mucho después y tuvo que volver a Leaford Hall con las manos vacías. Para acabar de rematar  su  mala fortuna,  le tocó tener como oponente a Oren Vaymin, el serio y adusto Guardián de Ravengrim. El pelirrojo gharadrim parecía saber de antemano donde iba a golpear su oponente, como si leyera perfectamente todos sus movimientos, y atacar justo en la dirección hacia la que el otro esquivaba. El carellio hizo gala de una gran técnica de combate, fruto de un entrenamiento riguroso, pero la reputación de los de Ravengrim resultó merecida.

Tobruk se vio las caras con Maeryn Moore, una joven voluntariosa armada con un hacha de batalla. Al enano le cayó bien desde el primer momento, y se tomó el combate como una sesión de entrenamiento para la joven guerrera. Obviamente, Tobruk se impuso, pero como había hecho con Will, reconoció en su rival a una joven promesa con el espíritu combativo adecuado.

Rihat de Adad, un tipo alto y enjuto de aspecto enoquiano y pelo tan corto que apenas se le veía, se enfrentó con su alabarda al rollizo y campechano Massen Grimble. Éste parecía tomarse todo aquello como un juego, mientras que Rihat luchaba muy en serio. El alcance superior de la alabarda y la lentitud de movimientos del alasiano sentenciaron el combate a no mucho tardar, cosa que no pareció sentar demasiado mal al jovial Grimble, que de hecho ya estaba sorprendido en exceso de haber llegado tan lejos.

En el último combate del día, Sir Alister se enfrentó a Brimmir, el anciano y venerable enano recién llegado a Nueva Alasia. No te contengas, mozalbete -dijo el viejo guerrero-, ¡yo ya peleaba cuando tus bisabuelos no habían sido concebidos! El caballero sonrió y le prometió no hacerlo, a pesar de que la lentitud de reflejos del anciano y su expresión de dolor a cada paso parecían sugerir lo contrario. [Aquí los jugadores empezaron a especular medio en broma con que Brimmir resultaría un guerrero de un nivel altísimo y le iba a dar una paliza monumental a Sir Alister…].  El viejo enano sabía luchar, pero su extrema ancianidad casi le impedía combatir con normalidad. Estaba claro que se había subido a la lona buscando demostrar que aún servía como guerrero. Alister peleó caballerosamente, sabiendo que contenerse sería un insulto peor, y después de un breve intercambio, fue Brimmir el que concedió el combate, rezongando: Está bien, está bien. Soy viejo, no lerdo, sé cuando me han vencido. Tú ganas, muchacho. ¡Pero ya me gustaría verte hacer lo mismo a mi edad jeje!

Cuando terminaron los duelos del día, el número de combatientes se había reducido a la mitad, y los luchadores se apresuraron a comprobar quien sería su siguiente rival al dia siguiente, mientras los corredores de apuestas se afanaban en recoger sus ganancias y prepararse para la siguiente ronda. Los combates habían ocupado toda la mañana y buena parte de la tarde. De entre todos los grupos de aventureros, los Portadores habían prestado especial atención a los duelos. Uno de los motivos que les había llevado a plantear aquel torneo era el de encontrar a buenas espadas con las que poder contar en caso de que su misión o la defensa de Nueva Alasia lo requirieran. Muchos guerreros experimentados habían acudido, y muchos otros con menos veteranía pero un gran potencial. Esperaban equivocarse, pero algo les decía que quizá iban a necesitarlos antes de lo que habían imaginado.

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Captura de pantalla 2018-02-24 a las 21.17.47.pngLa llave que usamos para registrar el desarrollo del torneo. La puntuación en naranja es la Fama que ganaba el vencedor de cada ronda, e iba aumentando exponencialmente.

16 comentarios en “Crónicas de Alasia, Libro 2: (VI) Sangre en la Lona”

    1. El sorteo fue puñetero… dejó unos itinerarios con cruces potenciales muy interesantes. Algunos como Shahin tuvieron mala suerte y otros llegaron más lejos antes de encontrarse con rivales a su altura… pero tarde o temprano todos los caminos llevan a tortas de las buenas XD

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      1. Yo que me quejaba de la escasez, casi me da un soponcio. ¡Retiro mi queja! Estoy más que servido de información y emoción.

        (pero quiero organizar una porra)

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      2. No demasiado 😉
        Desde leugo entre nada y una vez a la semana, yo me quedo con este ritmo. Y vaya ya me he acostumbrado a esperar la crónica de Alasia puntualmente cada lunes, jaja 🙂

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  1. ¡¡¡UN MOMENTO!!! ¡¡¡UN MOMENTO!!!

    ¡¡¡NO HAS ORGANIZADO UNA PORRA!!! Muy mal, joder, Jordi, muy mal. Quiero una porra organizada, PERO YA.

    Propongo una única apuesta, para simplificar: ganador, segundo y dos terceros (dos, ya que no van a enfrentarse entre ellos).

    ¿Lo hacemos por doodle o por alguna otra vía?

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    1. Ya tengo mis cuatro apuestas. A ver, sacad las faltriqueras, quiero contar el oro sobre la mesa.

      No es que no me fíe de vuesas mercedes, naturalmente. Pero en ocasiones hay quien se… despista, con su parte del dinero. Entonces, no cuadran las apuestas, se cruzan vagas acusaciones, alguien se molesta y acabamos todos tirando de espada. Poco después, un caballero le clava la hoja en el corazón a otro por accidente, la guardia tiene que entrar a poner orden y acabamos todos en presencia de la justicia.

      Y ninguno queremos eso, ¿no es cierto?

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    1. Yo ya tengo mis favoritos 😛

      Sugiero que podamos unirnos desde el momento en que subas el enlace, hasta que publiques la próxima entrada sobre la campaña (porque unirse después daría ventaja, sabiendo ya los resultados de la ronda).

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    1. ¡Hecho!

      Pero, no he podido o no he sabido poner mi nombre. Cuando se cierre la porra pondré un comentario aquí con mis elegidos.

      Por cierto… ¿¿¿Will Kemp??? ¿¿¿En serio le has votado como ganador???

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  2. No sé cómo se deja un comentario con mi nombre en la encuesta, pero aquí dejo mi apuesta:
    *Ganador: Grugnir* – la fortuna es determinante y ese enano la tiene.
    *Finalista: Eardric Tam*. Un tipo que suda tan poco como él y llama tan poco la atención… tiene pinta de ser una bestia parda contenida, reservando sus mejores golpes para el final.
    *Semifinalista 1: Tobruk* – Esos enanos están hechos de una pasta especial… pero creo que grugnir le ganará son u proverbial suerte en la semifinal.
    *Semifinalista 2: Balkan el fuerte* – es una bestia furiosa pero al mismo tiempo capaz de combatir contra un enemigo ágil. Le veo capaz de tumbar a todo el mundo salvo a Eardric.

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