Crónicas de Alasia (XXVII): Cavernas en lo Profundo

LOS PORTADORES DEL AMULETO

  • Arn Rooc, justicar de Grymn procedente del reino de Carellia
  • Adà de Montaigne, misteriosa hechicera de siniestros poderes
  • Shahin ibn Shamal, un guerrero-mago del remoto Desierto de Sûl
  • Encinal, aventurero medio-elfo proveniente de la gran ciudad de Stonehold
  • Sir Alister Norff, gigantesco caballero de la Orden del Dragón

Halcón 4

La noche en el bosque cercano al Portal de los Lamentos fue tensa e incómoda. Cuando Arn y Encinal lograron sacar a sus compañeros y llevarles hasta los caballos, descubrieron que durante su ausencia, Trueno había aplastado el cráneo de un esqueleto que se le había acercado lo bastante para hacerle un pequeño corte en el costado. Buscando un lugar más apartado del camino, ambos tuvieron que repartirse las guardias mientras atendían las heridas de los caídos. Por fortuna, a Encinal no le era desconocida la magia curativa, gracias a lo variado de su aprendizaje en la Academia, y pudo ayudar a Arn con los heridos. Tras una noche en la que pudieron escuchar varias veces como las patrullas de esqueletos entraban y salían del Portal y se movían por los alrededores, lograron llegar al alba sin llamar la atención, y tras las oraciones matutinas de Arn, el grupo estuvo más o menos a punto para reemprender la exploración.

Aquella vez decidieron que no volverían a entrar en la sala de la Fuente de Huesos sin un plan de actuación previo. Aparentemente no había manera de rodear esa sala si querían seguir investigando las cámaras mortuorias, pero antes querían examinar la parte anterior que debido a la rápida sucesión de acontecimientos no habían podido investigar debidamente. Así lo hicieron, y sus pesquisas dieron sus frutos. Shahin encontró una puerta secreta, no demasiado bien oculta, en el pasadizo que llevaba a la fuente, y aparentemente llevaba tiempo sin abrirse. El magus intentó comprobar si estaba protegida por algún tipo de trampa mágica o mundana, y al no encontrar ninguna, decidieron abrirla… lo que, a pesar de las precauciones, resultó en una explosión ígnea que churruscó a medio grupo, aunque no de gravedad. [Se trataba de un glifo custodio dibujado al otro lado de la puerta, con lo que era extremadamente difícil de detectar desde donde estaban]. Al otro lado, un tramo de pasadizo recto se curvaba  al final hacia el norte. Una nueva trampa les aguardaba, un foso accionado con una palanca, pero la superaron sin problemas y descubrieron que, tras el recodo, unas escaleras descendían en la oscuridad.

Sólo tenían dos opciones, o enfrentarse de nuevo a la Fuente de Huesos, o descender por ellas, y tras un breve debate, optaron por lo último. Bajando los empinados peldaños, descubrieron que daban a una pequeña caverna natural. Una gran puerta de hierro estaba insertada en la pared de enfrente, cubierta de extrañas runas parecidas a las que habían visto arriba. En las paredes había hacheros para las antorchas, todos vacíos, y un pequeño estanque de aguas oscuras dominaba buena parte de la cueva, aunque podía ser rodeado para llegar al otro lado. Eso hicieron, pasando uno a uno junto al charco, cuando de repente las aguas se agitaron, y las cabezas de dos sapos enormes se asomaron a la superficie, con los grandes ojos saltones fijos en ellos, e inmediatamente lanzaron sus largas lenguas en su dirección, intentando arrastrar a Arn y a Adà al agua. Los compañeros, sorprendidos, empezaron a defenderse, y aunque el clérigo logró liberarse rápidamente, Adà se vio arrastrada hasta el borde del charco. Sir Alister y Encinal corrieron en su defensa, intentando cortar la lengua viscosa del sapo. Shahin, por su parte, había aprendido de sus experiencias intentando usar su conjuro de manos eléctricas en el agua. Invocando las palabras arcanas, cargó su mano con la fuerza del relámpago y la sumergió en el charco, haciendo que la electricidad fuera conducida en todas direcciones. Aunque él mismo sufrió también la descarga, los dos sapos croaron de dolor y al instante se sumergieron en las profundidades del estanque, demasiado aturdidos para seguir luchando.

Superado el estanque, los Portadores pasaron a examinar la puerta. Las runas, dijo Arn tras examinarlas con el ceño fruncido, habían sido en su momento en honor a Gardron y Heimthar, pero habían sido cubiertas por símbolos profanos del culto de Orcus. Estaba claro que los seguidores del príncipe demonio habían convertido el lugar en su refugio, quien sabía porqué oscura razón. La puerta estaba cerrada con llave, pero el candado estaba bastante oxidado, y Shahin no tuvo demasiados problemas para forzarlo. Más allá, un túnel natural llegaba a una intersección en forma de T, desembocando en un pasadizo transversal de este a oeste. Toda la zona de la bifurcación estaba iluminada por débiles y entrecortados haces de luz solar, que se filtraban por multitud de grietas y rendijas en el techo, y estaba profusamente cubierta de guano de murciélago. Shahin hizo avanzar su orbe de luz en ambas direcciones, una maniobra un tanto arriesgada pues fácilmente podría delatar su posición a cualquiera, pero gracias a ello pudieron ver que al oeste el pasadizo se estrechaba justo antes de convertirse en lo que parecía una cueva de grandes dimensiones, mientras que al este se prolongaba hasta llegar a una nueva bifurcación en sentido norte-sur. Por allí, además, se oía un lejano silbido persistente. Tomando ese camino, llegaron al cruce donde, efectivamente, el viento silbaba fuertemente entre las grietas y sumideros y apenas dejaba escuchar nada.

Dirigiendo sus pasos al norte, dejaron atrás el corredor silbante y empezaron a escuchar un goteo rítmico ya antes de entrar en una caverna grande y muy húmeda. Una delgada capa de agua cubría el suelo, y al este se abría otro oscuro estanque, mucho mayor que el anterior. El techo estaba cubierto de estalactitas que goteaban y producían el rítmico sonido que el eco devolvía amplificado.  Al otro lado, el orbe luminoso reveló la boca de un nuevo túnel hacia el norte… y también a un par de esqueletos que cruzaban silenciosamente la sala en su dirección. Tras acabar con ellos rápidamente y sin demasiado esfuerzo, exploraron un poco la caverna mientras la cruzaban en dirección al nuevo túnel… cuando algo cayó del techo y se estrelló contra Encinal. Una gran estalactita parecía haberse desprendido sin razón aparente, y cuando el joven medio-elfo la vio caer ya era demasiado tarde. La afilada punta pétrea se clavó en su pecho y le empaló, atravesándole y sobresaliendo por su espalda. Con un alarido de dolor, Encinal cayó al suelo para sorpresa de todos sus compañeros, que corrieron a socorrerle. Cuando Sir Alister le desclavó la estalactita, ésta empezó a arrastrarse lenta y patéticamente por el suelo en dirección a la pared de la cueva, sobre una especie de pequeñas patas de molusco. El caballero la aplastó de un poderoso mazazo mientras Arn aplicaba todo el poder de su fe para sanar las graves heridas de Encinal, que no había muerto de milagro.

[Los lectores más veteranos reconocerán al bicho en cuestión como un piercer o perforador, uno de esos monstruos estilo “el propio dungeon te mata” tan característicos del D&D más old school. El jugador de Encinal, que pertenece ya a otra generación, se quedó pilladísimo, sobre todo cuando le enseñé imágenes del bicho y de su… ejem… anatomía interna. Desde entonces se ha vuelto super-paranoico con las estalactitas, y no es para menos.]

Explorando ya el nuevo túnel al norte, vieron que era bastante corto, y terminaba en una gran puerta doble de bronce, cerrada con un candado de plata. Adà dijo enseguida que la puerta estaba sellada mágicamente, y efectivamente, ésta resistió todos sus intentos de abrirla o forzarla. Anotando su posición en el mapa que iban trazando, dieron media vuelta y se dirigieron al sur cruzando de nuevo el corredor silbante. Más allá el túnel giraba hacia el este y tras una pequeña cueva con una columna natural en el centro se abrían dos túneles paralelos. En ambos, pequeñas montañas de rocas habían sido apiladas, como barricadas que llegaban a la cabeza de un hombre, claramente amontonadas por alguien con una cierta inteligencia. El grupo decidió de nuevo enviar las luces mágicas por delante, con la idea de hacer saltar cualquier emboscada que pudiera aguardarles. El truco salió bien… a medias.

Ambos corredores conducían en paralelo al mismo sitio, la caverna de un ogro enorme incluso para su especie llamado Gorbash, una mole tan grande que las barricadas apenas le impedían el paso, aunque seres más pequeños tendrían que trepar por ellas con cuidado. Se había construido una serie de barricadas repetidas en cada pasillo, de tal manera que el avance intermitente de las luces que todo intruso llevaba le indicaran por que pasadizo avanzaban, y luego él iba por el otro y les pillaba por la espalda, preferiblemente cuando se encontraran entre barricadas y no tuvieran huida posible. Cuando el orbe de luz avanzó remotamente por uno de los pasadizos, Gorbash recorrió el otro sigilosamente, creyendo que su astuto plan funcionaba como siempre… y se encontró con los Portadores en la cueva de la columna, antes de meterse en su trampa. Tras unos momentos iniciales de estupor mutuo, los dos bandos se lanzaron al un encarnizado combate.

El ogro Gorbash, ataviado en una gran cota de mallas toscamente adaptada a sus hechuras y empuñando un mazo gigantesco que ningún humano, ni siquiera Sir Alister, sería capaz de blandir, resultó ser un enemigo increíblemente duro y peligroso, y si su trampa hubiera funcionado, hubiera sido con toda seguridad el final de los Portadores. Ahora los compañeros tenían sitio para maniobrar y para atacar todos a la vez a su gigantesco oponente, pero aun así el bruto les puso en jaque. El primer mazazo casi le arranca la cabeza a Shahin, y los conjuros de sueño de Adà no parecían surtir efecto en una criatura tan enorme y fiera, así que recurría a pequeños proyectiles de energía que parecían hacer cosquillas al monstruo. Sir Alister se enfrentaba cara a cara y por primera vez en su vida a un enemigo más grande que él, y comprobó en sus carnes la ventaja que un gran tamaño proporciona en un combate cuerpo a cuerpo. Había que aproximarse a él con suma precaución para evitar ser aplastado por su mazo, y una vez dentro de su alcance, retirarse era complicado también. Un solo golpe de la criatura bastaba para matar o dejar inconsciente a cualquiera de ellos, y Arn se veía obligado a alternar sus ataques con plegarias curativas para mantener a todo el mundo en pie. Shahin, de nuevo en pie, tuvo que gastar unos preciosos instantes en levantar escudos mágicos y aumentar sus protecciones al máximo antes de volver a la refriega, pero los largos brazos de Gorbash le mantenían inmovilizado en un rincón, y tuvo que usar toda su capacidad de concentración para poder conjurar su magia sin acabar destrozado por el inmenso mazo del ogro. Sir Alister mantenía el tipo ante el monstruo, y ya había logrado herirlo un par de veces. Él y Arn se interponían valientemente entre Gorbash y sus compañeros, mientras Encinal le rodeaba intentando buscar una buena oportunidad, contando con el favor de la fortuna que a menudo solía acompañarle para evitar los golpes de revés del ogro.

Pero Gorbash tenía ya un único objetivo en mente: aplastar a aquella hechicera antes de que alguno de sus conjuros terminara por afectarle. Aunque el ogro no lo sabía, en realidad no era idea suya, sino efecto de la maldición de la Espiral Torcida que Adà llevaba al cuello, y que la convertía en el blanco preferido de sus enemigos. Viendo eso, Shahin descargó un ataque con su daga curva cargada de electricidad, pero no bastó para acabar con el ogro. Mientras se preparaba para cargar contra Adà, Encinal pronunció unas palabras de poder. No era un gran mago, pero su formación en las Artes Mixtas incluía también algunos trucos mágicos. Era un conjuro que normalmente se usaba para gastar bromas y hacer gamberradas, pero no carecía de utilidad. Con el hechizo de Encinal, el mango del enorme mazo quedó cubierto de una especie de grasa resbaladiza. Incapaz de sujetarlo, el mazo cayó al suelo, pero eso no detuvo a Gorbash. Pegando un manotazo a Sir Alister para quitárselo de encima, cargó contra Adà, dispuesto a matarla con sus manos desnudas si hacía falta. Entonces Arn, con un grito de guerra, se lanzó con todo su peso contra el ogro, soltando su escudo y empuñando su espada bastarda con ambas manos. El acero se hundió en el cuerpo del ogro hasta la empuñadura, y el gigante cayó al suelo entre estertores a meros centímetros de la hechicera, más pálida de lo habitual.

Jadeando, los Portadores se dejaron caer al suelo, exhaustos. Les había ido justo, muy justo. Decidieron que era el momento de buscar un hueco más o menos seguro y fácil de defender e intentar descansar para recuperar las fuerzas, y quizá el mejor lugar para hacerlo era la propia guarida del ogro. Si vivía allí sólo, probablemente el resto de moradores de las cavernas evitaran el lugar a toda costa. Shahin comprobó que el inmenso mazo del ogro estaba encantado, y era de una notable artesanía. Era muy improbable que hubiera podido saquearlo a alguna de sus víctimas, pues nadie en su sano juicio acarrearía un trasto de ese tamaño a través de cavernas y mazmorras. La otra opción no gustó a los compañeros: que alguien hubiera armado al ogro a propósito. La caverna, en efecto, estaba vacía, y en su extremo más alejado se veía un hueco en la pared a unos cinco metros de altura, quizá un buen lugar para descansar. Sin embargo, al explorar los túneles de las barricadas que llevaban a la guarida del ogro vieron un estrecho túnel lateral que se dirigía al sureste, un pasadizo por el que un ser de ese tamaño difícilmente podría pasar. Tras hablarlo unos instantes, decidieron explorarlo cautelosamente y ver hacia donde conducía antes de tumbarse a descansar. A no mucho tardar, el tiempo demostraría que aquello fue un terrible, terrible error.

6 comentarios en “Crónicas de Alasia (XXVII): Cavernas en lo Profundo”

  1. Me encanta como todas las historias que cuentas por aqui. Una sugerencia/petición que no se si ya te han hecho, casi que lo que mas me gusta son los comentarios entre corchetes que haces de la aventura. Si hubiera mas en cada capitulo seria genial XD.

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    1. ¡Gracias por el comentario! Pues no lo había dicho nadie que yo recuerde, pero me alegra que lo sugieras, ya que es gracias a vuestro feedback que puedo ajustar estas cosas. ¡Valoro mucho vuestras sugerencias! Hasta ahora los había mantenido al mínimo para no interrumpir demasiado la narrativa, pero como hay interés intentaré meter más de ahora en adelante.

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      1. Como te gusta dejarlo en el cliffhanger jeje
        Por cierto que yo sí que te comenté que me gustaban las explicaciones sobre el mundo en algún punto. Apoyo la sugerencia de Barak. Queremos ver la edición con los comentarios del director y disfrutar de las «tripas» del juego 😀

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      2. ¡Si, es verdad! Si mal no recuerdo, lo sugeriste antes de que empezara a escribirlas, cuando os pedí opinión sobre el mejor formato, ¿no? Desde que empecé con ellas nadie había pedido que hubiera más, a eso me refería, pero en todo caso… ¡Deseo concedido! 😄

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